
Un mes después de estar Juan Salvador Gaviota practicando con sus seis aprendices en una playa cercana a la de la bandada, la primera gaviota de la bandada cruzó la línea y pidió que se le enseñara a volar. Llegó arrastrando su ala izquierda hasta desplomarse a los pies de Juan Salvador. “Ayúdame!, le dijo a éste. “Más que nada en el mundo, quiero volar”.
-“Ven entonces. Subamos. Dejemos atrás la tierra y empecemos…”, le contestó Juan Salvador, acercándose a ella.
-“No me entiendes… Mi ala… No puedo mover mi ala.
-“Esteban Gaviota: tienes la libertad de ser tú mismo, tu verdadero ser, aquí y ahora. Y no hay nada que te lo pueda impedir. ¡Es la ley de la Gran Gaviota, la ley que es!
-“¿Estás diciendo que puedo volar?”.
-“Digo que eres libre”.
Y sin más, Esteban Gaviota extendió sus alas sin el menor esfuerzo, y se alzó hacia la oscura noche. Su grito al tope de sus fuerzas, a doscientos metros de altura, sacó a la bandada de su sueño: “Puedo volar, escuchen, puedo volar”.
REFLEXIÓN: ¿Sientes miedo ante nuevas situaciones que te suponen un esfuerzo? ¿Necesitas que te empujen siempre para volar? ¿Qué crees que debes mejorar para superar ese miedo?
Jesús: Esteban Gaviota somos cada uno de nosotros: muchas veces tenemos miedo de volar y ponemos mil excusas para no esforzarnos. Ayúdanos a no tener miedo a la libertad y a esforzarnos para conquistarla.
