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ADVIENTO ES GENEROSIDAD

Sucedió hace bastantes años en un pueblo de Palencia allá por los años cincuenta.  Muchos trabajadores no tenían seguro,  no había comodidades, había paro.  Entre estas gentes vivía un señor, el señor Aniceto. Era un pobre de solemnidad. Iba por las casas con mucha humildad pidiendo una limosna para dar de comer a sus seis hijos. La gente era bastante generosa con él. Siempre su respuesta era un ¡Que Dios se lo pague!.

Un buen día 22 de diciembre iba de un pueblo a otro contando los trozos de pan, las monedas que le habían dado en el pueblo anterior. Tenía que cruzar las vías del tren. Por aquel lugar transitaba también una señora que venía de la compra sin percatarse de que el tren estaba encima. Aniceto de frente veía el peligro y en efecto entró en terreno peligroso. Éste, viendo el riesgo que corría la pobre mujer, se abalanzó sobre ella impidiendo así que el tren la llevara por delante; pero no pudo evitar que le segara sus dos piernas.

Lenta fue la recuperación de Aniceto. Meses después volvía a su vida ordinaria, pero esta vez con dos muletas que sujetaban y llevaban adelante su cuerpo.  El eco de su entrega y generosidad, no se hizo esperar. Al afecto que le profesaban por aquellas tierras tuvieron que añadir la admiración, el reconocimiento y la generosidad. Desde entonces ya no faltó en su casa, ni alimentos, ni alegría.

 

REFLEXIÓN:

Navidad es entrega a los demás, es alegría, es generosidad. Nosotros también tenemos ocasión como Aniceto de ser generosos.  Jesús nace para todos, no sólo para unos pocos afortunados.