El mes de noviembre tenemos siempre un recuerdo especial para los difuntos. En ese día recordamos a todas las personas de todos los pueblos y razas que han pasado y han vivido como verdaderos cristianos a lo largo de toda su vida ayudando a los demás, compartiendo lo que tenían con los demás, superando las diferencias entre razas y naciones. Ellos pueden estar satisfechos al final de su vida por lo que han hecho. Por eso la Iglesia los recuerda en este día y celebra su fiesta.
Hoy, recordamos de un modo especial a todas esas personas que se han preocupado por nosotros y de que un modo Oficial no han sido reconocidas como “santas” pero que han sido “santas” en su vida… Entre ellas se encuentran los seres difuntos de nuestros pueblos y familias…
Este día es una invitación a vivir nosotros también como los santos. No haciendo cosas extraordinarias, sino cuidando los detalles de cada día, en nuestras obligaciones, en nuestros trabajos, en la amistad con Dios y con los demás…
REFLEXIÓN:
Recuerda en un momento de silencio aquellas personas más cercanas que han fallecido, recuerda aquellas cosas buenas que han hecho por ti.
Te damos gracias, Señor por nuestros hermanos difuntos
que nos fueron tan cercanos y, de repente,
han sido arrancados de este mundo.
Te damos gracias por la amistad que nos regalaron,
por la paz que derramaron a su alrededor.
Te rogamos que nada de su vida se pierda,
que sus buenas obras nos sirvan de ejemplo
ahora que están gozando de otra realidad.
Que todos los que estuvimos unidos a ellos, estemos aún más unidos ahora.
Amén.