Un hombre oraba a Jesús así:
Derrama tu Espíritu en el corazón de cada persona, en los ojos, en las manos de la gente.
Envía tu Espíritu sobre la gente que cree, sobre quienes dudan, sobre quienes aman, sobre quienes que están solos.
Envía tu aliento a quienes forman el futuro, a quienes guardan los valores, a quienes protegen la vida, a quienes crean belleza.
Envía tu Espíritu sobre las casas de la gente, sobre los pueblos, sobre el mundo de los hombres y las mujeres de buena voluntad.
Aquí y ahora, sobre nosotros, derrama tu Espíritu y que esté con nosotros para siempre.