​Una mañana, mientras Manuel estaba tranquilamente sentado en su jardín leyendo el periódico, comprobó que los niños que jugaban muy cerca de su casa, le podían dañar las flores que con tanto esmero había estado cultivando durante dos largos meses. Por ese motivo, decidió construir un muro que rodease el jardín y a la vez, su casa, de tal manera que nadie podría molestar ni estropear todo lo que a él tanto le gustaba.

Pero he aquí que al cabo de un tiempo. Manuel comenzó a sentirse solo dentro de aquel muro que había construido y decidió echar una mirada por encima del muro para ver lo que sucedía fuera. Pero cual fie su sorpresa al comprobar que todo el mundo había hecho lo mismo que él. Habían construido un muro alrededor de cada una de las casas del pueblo de manera que nadie se hablaba con nadie, todos estaban aislados de los demás, y no les preocupaba lo que les sucediera.

Manuel, cansado de tal situación, decidió derribar el muro y empezar a construir un puente con el fin de crear un lazo de unión entre él y la demás gente del pueblo. Al principio no tuvo mucho éxito, pero cuando la gente comprendió que no se podía vivir aislado sino que necesitaba de los demás para poder trabajar, estudiar, jugar… decidieron romper sus muros y construir puentes con los que unir a todo el pueblo. Desde aquel día, todos viven muy felices y les encanta ayudar a los demás.