
Buenos días:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás el mellizo, los hijos de Zebedeo y otros discípulos. En esto dijo Pedro: – Voy a pescar.
Los otros dijeron:-vamos contigo.
Salieron juntos y subieron a una barca; pero aquella noche no lograron pescar nada. Al aclarar el día, se presentó Jesús en la orilla del lago, pero les discípulos no lo reconocieron (Jn 21, 2-4)
Durante el curso dos educadores se encontraban charlando a las puertas de su trabajo. Que si las playas estaban sucias, que si el niño se había hecho un esguince, que vaya colas se forman en los supermercados… el caso es que la conversación se fue alargando hasta que uno de ellos, mirando repetidas veces el reloj, les dijo: bueno, ha llegado la hora de ponerse “el traje de faena”, ¿no os parece? Los demás asintieron y de inmediato empezaron a preparar, con la misma ilusión del comienzo de curso todo el material necesario para que las clases vayan lo mejor posible.
Al poco tiempo llegaron los alumnos y con ellos Jesús, pero no lo reconocieron y enseguida empezaron a desilusionarse y acabaron por tirar la toalla.
Jesús les dijo: – Muchachos, ¿Habéis pescado algo?
Ellos contestaron:- No.
Él les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y pescaréis.
Ellos la echaron, y la red se llenó de tal cantidad de peces que no podían moverla
(Jn 21, 5-6).
Los mismos educadores, los mismos jóvenes, la misma ilusión y también las mismas dificultades… Una única diferencia, en este curso tenemos la posibilidad de reconocer a Jesús y, ante los miedos, la desesperanza… podemos echar la red de Jesús: la red de la valentía, de la creatividad, de los sueños, del trabajo bien hecho, de intentarlo las veces que sea necesario.
Si somos capaces de echar de un modo original estas redes seguro que pescamos algo… ¡de vosotros, depende!
