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El día después del Domingo de Ramos, que relata la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, la fe católica rememora el pasaje famoso en el cual Jesús expulsa a los mercaderes del templo.

En el Evangelio según San Juan, Jesús visita el Templo de Herodes, en cuyo patio vendían “bueyes, ovejas y palomas” en un clima comercial parecido a la idea contemporánea del mercado, con presencia además de “los cambistas allí sentados”. Ante el escenario, narra el joven apóstol de Jesús que su maestro “empezó a echar a quienes estaban comprando y vendiendo cosas allí. Derribó las mesas de los que cambiaban dinero y las bancas de los que vendían palomas”. San Juan especifica que “hizo un látigo de cuerdas y echó a todos del área del templo”.

Mientras expulsaba a los mercaderes, criticaba que habían convertido su casa en una “guarida de ladrones” y no les permitió entrar con mercancías al templo. San Marcos amplía que “lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo quitarle la vida; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina”.

¿En qué aspectos de nuestra vida en el cole Jesús podría ponerse también furioso? ¿De qué podría acusarnos?