
Durante este fin de semana celebraremos la fiesta de Pentecostés. Es un momento especial en el que ponemos fin a los días de Pascua y celebramos además, que Jesús nos da un regalo especial, el Espíritu Santo. Hoy y mañana nos vamos a fijar en esta celebración.
¿Cuál es el origen de esta fiesta?
Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre.
La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés.
En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.
Dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-2):
«Al llegar el día de Pentecostés estaban los discípulos reunidos. De repente un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban, y vieron aparecer unas lenguas como de fuego que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo».
Ayúdanos, Señor, a permanecer juntos todos los que queremos seguirte, para que nos envíes tu Espíritu y podamos ser signos de tu presencia ante los más desfavorecidos del mundo. AMÉN.
