
Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio del pantano, se había acostumbrado a estar ahí. Comía gusanos del fango y se hallaba siempre sucio por el pestilente lodo. Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó su guarida.
El árbol podrido fue tragado por el cieno y el pájaro se dio cuenta de que iba a morir. En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo.
Le costó mucho trabajo, porque había olvidado cómo volar, pero se enfrentó al dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso.
Con la Cuaresma seguimos nuestro camino hacia la celebración de la Pascua. Pero para ello debemos prepararnos y despojarnos de todo lo que representa el fango y el lodo. Dejemos que el ventarrón de la cuaresma destruya nuestra guarida y se lleve todo aquello que nos impide elevar el vuelo. Aprovechemos este tiempo para decir “basta” a la pereza, a la dejadez,…
PADRE NUESTRO…
