
Juanita era, como su mismo nombre, una persona corriente y, según sus amigos, más soñadora que realista. Tenía poco dinero, pero mucha felicidad. Estaba contenta y satisfecha de su vida. Un día, mientras iba a trabajar, se encontró seis mil euros junto a la acera. Sorprendida y sin darle crédito, cogió el puñado de billetes. Su primer impulso fue llevarse el dinero a casa. Pero después de un instante, mirando los euros que tenía en sus manos, les habló así: “Eres un tesoro pequeñín, pero ¿realmente os necesito?. Hasta hoy nunca os he tenido en mis manos… y he sido perfectamente feliz, mientras que he visto a muchos de mis vecinos y compañeros de trabajo cargados de billetes y, sin embargo, desdichados. No quiero ser como ellos. Prefiero ser lo que soy sin vosotros, a lo que ellos son con vosotros. No, no os necesito”. Y, sin más, arrojó los billetes a un contenedor. Los billetes se sintieron muy ofendidos. Jamás antes se habían visto tratados así. Airados le gritaron a Juanita antes de que cerrara el contenedor: “¿Quién te crees que eres?. Debes ser una completa idiota. Serás una desgraciada por habernos despreciado. ¿Ignoras que el dinero puede comprar todo lo que este mundo ofrece: placer, prestigio, poder…?. El dinero da la felicidad. No seas necia. Cógenos”. Juanita replicó: Tenéis razón en cierto modo. Pero mi corazón se ha sentido siempre satisfecho a pesar de no teneros nunca”.
Señor Jesús: la lección de hoy no puede ser más hermosa. ¡Qué pena que no seamos como Juanita y nos engañemos pensando que sólo el dinero da la felicidad. No es eso lo que nos dice tu vida pobre y entregada. Te pedimos por las personas que están empeñadas en vivir como Juanita; y por ésas que ayudan con su dinero las grandes obras sociales a favor de los pobres.
