
Los hombres vamos haciendo realidad la “profecía” de María: “Me llamarán dichosa todas las gentes”. Asoma¬mos nuestros ojos y vemos tantas cosas que nos hablan de ella… María es la mujer a la que cantan todos los pueblos, celebrando su fidelidad a Dios. María es grande porque se reconoce humilde ante Dios. Uno queda abismado por la inmensa humildad, por la madurez y naturalidad con que María asume el misterio en medio de una inmensa soledad. La historia toda no será suficiente para agradecer y admi¬rar tanta grandeza.
Feliz tú, María.
Feliz tú, María, que has creído. A pesar de las oscuridades y dudas, a pesar de lo difícil del camino has creído en el plan de Dios.
Feliz tú, María, que, después de aceptar el plan de Dios sobre ti, acogiste con paz todas las sorpresas que Dios te iba preparando.
Feliz tú, María, por reconocerte pequeña ante Dios; por reconocer que las maravillas que había en ti eran obra de su amor.
Feliz tú, María, que te entregaste en manos de Dios y desde entonces viviste llena de su Espíritu. Feliz tú, María, que te conviertes en Madre de todos los hombres y nos haces hermanos.
