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Cuenta la leyenda que dos hermanos siguieron caminos distintos: uno acumuló riquezas y poder hasta hacerse famosísimo. El otro permaneció toda la vida ignorado, pero los que le trataban se llenaban de paz.

Por esas coincidencias de la vida murieron a la par y al llegar ante la puerta dorada que da entrada al cielo el ángel guardián les preguntó, como marcaba el ritual:

-¿Qué traéis con vosotros?

El hermano famoso narró toda la fama, riquezas y poderes alcanzados. Y el ángel le dijo:

-Nada de eso sirve para aquí. No hay amor en ninguna de esas cosas.

El otro hermano contestó: Nadie conoce mi nombre.  Todos me llaman el soñador y lo poco que tengo lo he repartido con quienes me crucé en la vida: les di el amor y la paz que tenía en mi corazón.

-Entra, le dijo el ángel.

Pero el Soñador le respondió:

-Sí, pero antes déjame darle a mi hermano el amor que todavía me sobre, para que podamos pasar juntos el umbral del cielo.

El ángel enmudeció, todo el recinto se iluminó, la puerta dorada se abrió de par en par y juntos cruzaron los dos hermanos la puerta del paraíso.

 

 

 

REFLEXIÓN: ¡Cuánto nos cuesta aprender esta lección! Lo importante no es la riqueza o la fama que alcancemos, lo importante es lo que amemos. Y a amar se aprende amando. No hay otro método.  Mientras más amemos, más capaces de mayor amor nos hacemos.  Ayúdanos tú a comprender que amar es ayudar al otro en sus pequeñas necesidades.  Por las personas a las que amamos (padres, hermanos, amigos)