
Antes de hacer la oración final, párate un minuto y dale gracias a Dios por el nuevo curso que pone en tus manos. Agradéceselo y haz el propósito de aprovecharlo a tope. Desde ahora mismo.
Jesús, como en tantas otras ocasiones, se retiró a un lugar tranquilo para estar a solas… La gente, venida de muchos lugares, le siguió y el Señor, viendo la cara de impaciencia de la mayoría de ellos, se dispuso a atenderles prontamente.
Pues bien, no habían pasado apenas treinta minutos cuando una gran parte de la muchedumbre empezó a ponerse nerviosa mirando continuamente el reloj… Los apóstoles percatándose de la situación tan delicada que se les avecinaba, se acercaron a Jesús y le dijeron:
– Se hace tarde, Maestro. La gente tiene que irse ¡tienen tantas cosas que hacer!
Jesús les dijo:
– No es necesario que se vayan tan pronto… ¡No me digáis que no les queda nada de tiempo!
– Por mucho que les hemos insistido,- respondió uno de los apóstoles-, nada de nada. Bueno, tan solo un niño dice disponer de 20 minutos libres.
El Señor esbozó una sonrisa y le comentó:
– Ya no se trata de panes ni de peces, ni de saciar el hambre de la muchedumbre. Algo mucho peor está infiltrándose en el corazón de las personas…
Y dirigiéndose al gentío les fue entregando todo un año, un año plagado de cientos de oportunidades para encontrase con sí mismos, con su familia, con sus amigos, con Dios…
