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la lámpara

Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquélla.  Al doblar una esquina se encuentra con un transeúnte, que  reconoce al de la lámpara. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo y sorprendido le dice:

-¿Qué haces, Guno, con una lámpara encendida en la mano, si tú eres totalmente ciego?

Entonces el ciego le responde:

-Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Conozco la oscuridad de las calles de memoria.  Llevo la lámpara encendida para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí.

REFLEXIÓN: ¿Qué  cualidad, actividad o proyecto de tu vida sirve de lámpara? ¿Creemos que vale la pena dedicar parte de nuestro tiempo a ayudar? ¿En qué actividad o proyecto solidario te gustaría participar este verano? ¿Conoces alguno?

Jesús, es muy emotiva la parábola de hoy. Parece como si estuviéramos viendo al ciego Guno con su lámpara en la mano.  De todas formas lo más importante es la contestación de éste a su sorprendido vecino: “no llevo la lámpara para mí, sino para que otros encuentren su camino”.  Gracias, Jesús, por tanta gente buena que  se dedica a ayudar a los otros.