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Encontrar a Dios sirviendo a los demás

Buenos días. Comenzamos este lunes con una historia sobre lo importante de la vida. Escucha e intenta aprender algo de ella.

“Un día Ralph se encontraba en el aeropuerto acompañado de un hombre que había sido su profesor en la universidad. Recogiendo las maletas, Ralph ayudó a una anciana con su equipaje, cargó dos niños para que vieran a Santa Claus, y orientó a una persona, mientras sonreía alegremente.

 

¿Dónde aprendió a comportarse así?, preguntó el profesor.

En la guerra, contestó Ralph. En Vietnam su misión había sido limpiar campos minados, viendo cómo varios amigos encontraban una muerte prematura. Me acostumbré a vivir paso a paso. Nunca sabía si el siguiente día iba a ser el último, y por eso tenía que sacar el mayor provecho del momento que transcurría entre alzar un pie y volver a apoyarlo. Cada paso era toda una vida. Nadie puede saber lo que habrá de suceder mañana. Qué triste sería el mundo si lo supiéramos.

Y en ese trajinar, Ralph observó que al final no importará quién haya acumulado más riquezas, ni quién haya llegado más lejos, sino que lo único que importará es quien haya amado más. Ralph se dio cuenta que más ama quien más ha servido, porque aprecia su vida y la vida de los demás.  

 

Dios está en nuestros corazones y depende de nuestra voluntad el encontrarlo. Y en este encuentro, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos relacionarnos con Él? La respuesta la encontrarás en la historia real de un soldado llamado Ralph, quien encontró a Dios sirviendo a sus semejantes.

No hay duda de que Ralph encontró a Dios sirviendo al prójimo y es que la mejor manera de ser feliz es haciendo felices a los demás.

 

Para terminar reza conmigo esta oración:

Señor: Me cuesta comenzar el día,  porque sé que es una nueva tarea,

un nuevo compromiso, un nuevo esfuerzo.

Ayúdame a comenzarlo con entusiasmo,    con alegría, con ilusión nueva.

Sé que estás a mi lado:  

en mi familia   en mis amigos,   en las cosas, en mi propia persona.

Gracias por sembrar paz, solidaridad, amor, entre mis hermanos.

Y sé, Señor, que esta tarea   la comienzan

cada mañana muchos hermanos míos   de cualquier punto de la tierra;

y eso me alienta y empuja.

También te pido por ellos, y con ellos te digo: ¡Buenos días, Señor!  Amén