
Buenos días. Si te fijas, muchas personas tienen más cosas de las que necesitan para estar bien. A pesar de lo que parece no son tantos los objetos realmente indispensables. Con seguridad en tu mesa hay una naranja, o una pieza de pan extra, que podría alegrar a muchos niños. Hay quien tiene la costumbre de acumular más y más objetos sin compartirlos con los demás. Esa es una persona mezquina. Tal actitud está acompañada siempre de egoísmo, o falta de disposición para ayudar a los otros en aspectos importantes de su vida. Quienes no saben compartir llevan una existencia solitaria y aislada y se pierden uno de los mayores placeres: observar cómo disfrutan los demás el esfuerzo que se hizo por amor a ellos. No hay mayor alegría que la de una madre cuando ve que la familia saborea el platillo que ella preparó con cuidado y dedicación.
El valor de la generosidad consiste en dar a los demás más allá de lo que nos corresponde por justicia u obligación. Implica la capacidad de salir de nosotros mismos y, por un acto de amor, enfocar las necesidades de los otros. Se expresa en diferentes dimensiones de la acción humana. En la dimensión material significa compartir nuestras pertenencias. En la dimensión espiritual consiste en poner nuestras capacidades y atributos al servicio de quienes nos rodean mediante una acción objetiva de ayuda.
– Aprende a compartir todas tus cosas: quizás una prenda de ropa, algún libro o tu comida. Tu compañía y tu conversación pueden ser de gran ayuda para otra persona.
– Aprende a recibir. Cuando alguna persona que te aprecie te ofrezca algo que considera importante o valioso, acéptalo como muestra de ese cariño.
– No tengas demasiado apego a los objetos: pueden ir y venir. Es más importante cuidar a las personas y sus sentimientos que a las cosas.
Para terminar, reza conmigo esta oración:
Señor, tal vez no tenga muchas cosas para dar,
pero he recibido muchos dones
para compartir con los demás.
Enséñame a no ser egoísta,
a pensar primero en los demás
y a compartir con alegría.
Enséñame a compartir
lo que soy y lo que tengo.
Que no me apegue
a mis cosas y me las guarde,
sino que aprenda a ofrecerlas,
para que todos puedan disfrutar con lo que he recibido.
Tengo mucho para dar,
y lo que tengo se puede multiplicar si lo comparto.
Jesús, cambia mi corazón
y que comparta lo que tengo
porque dando se recibe
y compartiendo se descubre
tu presencia en nuestro corazón.
¡Que así sea, Señor! Amén.
