
Amanecía y el nuevo sol pintaba de oro las olas de un mar tranquilo. De pronto, rasgó el aire la voz llamando a la bandada de gaviotas a la comida. Y una multitud se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreos.
Alejado y solitario, más allá de barcos y playas, estaba practicando el vuelo Juan Salvador Gaviota. Él no era un pájaro cualquiera. La mayoría de las gaviotas no se molestan en aprender las normas del vuelo más elementales. Para la mayoría de las gaviotas no es volar lo que les importa, sino comer. Para Juan Salvador no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo lo que él amaba era volar.
-“¿Por qué, Juan Salvador, por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la Bandada?”, le preguntó su madre con un cierto tono de queja, ¿por qué no dejas los vuelos rasantes a los pelícanos y a los albatros? ¿Por qué no comes, hijo?, ya no eres más que hueso y plumas”.
-“Me importa poco ser sólo hueso y plumas, madre, sólo pretendo saber qué puedo hacer en el aire y qué no. Sólo deseo saber eso”, le contestó Juan Salvador.
-Mira hijo, no olvides que el invierno está cerca, pronto habrá pocos barcos y los peces de superficie se habrán ido a las profundidades. ¿Estudiar?, sí; pero dedícate a estudiar cómo conseguir la comida. Eso de vuelos de altura es muy bonito, pero luego no puedes comer del aire ¿sabes? No olvides que la razón de volar es poder comer.
REFLEXIÓN: ¿Qué crees que simboliza el vuelo en este texto? ¿Qué te parece la actitud de la madre? ¿Y la de Juan Salvador Gaviota? ¿Con cuál te quedas? ¿Por qué?
Jesús: Hay personas que nos recortan las alas. Ayúdanos tú a ser como Juan Salvador gaviota, capaces de poner en práctica nuestros sueños de gURTARRILAKsidad, de solidaridad, de conseguir un mundo más justo y fraterno.
