Las estrellas celebraban su asamblea anual y cada una sacó a relucir, como saben hacer las estrellas, sus propios méritos de cara a la creación y a la vida de los hombres: la polar demostró cómo ayudaba a fijar el norte… Cada una tenía algo bueno que decir y rivalizaban en fama y esplendor. Sólo una minúscula estrella, remota y escondida, permanecía callada en la asamblea celestial. Cuando le llegó el turno confesó que ella nada había hecho por el cosmos ni por el género humano. La pequeña estrella escuchaba todos los reproches que las compañeras le hacían… y en esas tuvo una idea luminosa: “Tenéis mucho mérito todas –dijo- por lo que habéis hecho por los hombres y mujeres de la tierra. Pero ahora caigo en la cuenta de que yo también les estoy prestando un importante servicio: que sepan que aún les queda algo por descubrir”.