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Dos zorros entraron de noche y por sorpresa en un gallinero y estrangularon al gallo, las gallinas y los polluelos, y después de la carnicería se dispusieron a apaciguar su hambre. Uno de ellos, joven y ardiente, quería devorarlo todo. El viejo decía:

-Hijo mío, la experiencia me ha vuelto sabio. Yo he visto muchas cosas desde que estoy en el mundo. No nos comamos todo esto en un solo día. Hemos tenido fortuna. Es un tesoro lo que hemos encontrado y es preciso economizar.

El joven contestó:

– Yo prefiero comerlo todo ahora que lo tengo y saciarme para ocho días, porque no sabemos lo que mañana nos podrá suceder. El amo nos perseguirá, para vengar la muerte de sus pollos.

El joven comió tanto que reventó. El viejo, que se creía más sabio, moderó su apetito y guardó bastante parte para los días sucesivos, pero al volver la noche siguiente, el dueño de la granja lo sorprendió y lo mató.

Así, cada edad tiene sus defectos: a los jóvenes muchas veces les pierde su fogosidad y su sed insaciable de placeres; y los viejos son víctimas de su avaricia con frecuencia.

(Fenelón, p. 97-98)

REFLEXIÓN: ¿Cuánto te gastas al mes en caprichos, móvil, ropa, bebidas refrescantes, chucherías…? ¿Eres capaz de prescindir de uno de esos caprichos de la semana y regalárselo a alguien que no puede disfrutarlo? ¿Te has propuesto alguna vez apartar todos los meses parte de tus ahorros para donarlo a un proyecto social? ¿Y parte de tu tiempo, has pensado en disfrutarlo haciendo compañía a  alguna persona que esté sola, un ratito a la semana?

 

Jesús: la moraleja de la fábula nos sirve a los jóvenes y a los mayores, En efecto, nosotros somos fogosos e impulsivos, mientras que lo ideal es ser reflexivo, paciente, previsor… Todas estas cualidades se pueden ir conquistando poco a poco, con constancia, con firmeza.  Ayúdanos tú.  Te pedimos, Señor, por los ricos, para que venciendo la avaricia, sean capaces de compartir con los más necesitados parte de su fortuna.