Nada hay mejor que soñar con la paz. Hay que empezar a luchar con nuestra poesía, con nuestras esperanzas, con nuestra oración ante una realidad ante la que nos sentimos impotentes.
Escucha ahora con atención cómo podía ser el día en el que comenzara la paz:
«Los fusiles se negaron a disparar. Los tanques no quisieron moverse. Los aviones dijeron que no deseaban transportar bombas.
– Estamos hartos de matar hombres.
– Estamos cansados de las guerras
Y de pronto el ruido de las balas y de las bombas cesó y se pudo oír el trino de los pájaros y las voces de los niños.
Los campos de batalla se convirtieron en enormes parques infantiles. Los tanques pintados de mil colores diferentes se transformaron en toboganes y de los grandes cañones colgaban columpios. Los aviones fueron escuelas, bibliotecas, cines…
A los fusiles, de no usarlos, les nacieron hermosas rosas en sus cañones; los cascos sirvieron para tiestos que adornaban todos los balcones.
Y los hombres tacharon de los libros y diccionarios las palabras guerra, enemigo, odio…
En las escuelas se enseñaba que siempre se escribe con mayúsculas PAZ, AMIGO, AMOR…»
REFLEXIÓN: ¿Qué sientes cuándo ves a un niño fusilado por el poder de la guerra? ¿Y qué podemos hacer para evitar las guerras? ¿Cómo puedes evitar “ese mal rollo” en casa o con tus compañeros o amigos? ¿Qué podemos hacer nosotros para conseguir un ambiente de paz?
Podemos soñar hoy, aquí, con esa escuela. Una escuela sin peleas, sin burlas, sin insultos, sin gente marginada, sin niños tristes… Y para que esto se cumpla tan sólo hace falta que pongas algo de tu parte: ayuda, crea amistad, fíjate en el que lo está pasando mal, sonríe, acércate al que está sólo…
