
Jesucristo, maestro y amigo,
con tu vida nos enseñaste el amor,
tu mandato es mandato de amor,
y en la tarde de la vida
me examinarás de amor.
Yo siento un deseo imperioso
De este amor universal.
Haz, Señor, que jamás lo traicione,
que pase por el mundo sembrando el bien,
que todos encuentren en mí
un discípulo del amor.
