
EL PEQUEÑO ABETO


El pequeño abeto había dedicado todo el verano a crecer. Pero una fría mañana de diciembre, cuando los copos de nieve lo vestían de blanco, el abeto sintió que lo arrancaban, lo metían en el maletero de un coche y lo llevaban a la ciudad… Lo colocaron en una maceta grande y lo volvieron otra vez en tierra. Muchas manos de niños y niñas colgaron de sus ramas hilos de color y paquetes llamativos.
A sus pies colocaron a Dios, José, el Niño, la mula y el buey.
La noche del 5 de URTARRILAK pusieron junto al árbol muchos paquetes grandes envueltos en papel brillante. A la mañana siguiente todos los de la familia rodearon el abeto y llenos de nervios abrieron sus regalos. Cuando todos se fueron yendo el abeto oyó una voz que le preguntaba:
– “¿quieres volver al bosque con tus hermanos?”
-“Oh, sí, por favor, aquí me muero de sed y terminarán tirándome a la basura”.
Y el Niño Jesús tomó el abeto, que, como por encanto, recuperó todo su verdor y toda su fuerza. Y juntos salieron por la ventana volando. (Relatos y Narr.-2 p. 65-66)
REFLEXIÓN: ¿Habías visto la Navidad alguna vez desde los ojos del abeto? ¿Qué hubieras sentido tú? ¿De qué modo podemos cambiar esta “falsa Navidad”?
Jesús: ¡qué tierna es la fábula de esta mañana!. ¡Cuántas veces estamos tan ocupados en “nuestras cosas” que nos olvidamos de lo que nos rodea! En este tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la gran fiesta de Navidad, queremos vivir con los ojos abiertos para ver las necesidades de aquéllos con los que nos tratamos todos los días: familiares, compañeros, amigos… A Dios, nuestro padre Dios del Adviento, le rezamos hoy por todos nuestros padres, hermanos, compañeros, amigos…
