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LA BÚSQUEDA DE DIOS

Un día un discípulo fue al encuentro de su maestro y le dijo:

                – “Maestro, quiero encontrar a Dios”.

                El maestro, sonriéndole, le miró pero no le dijo nada.

               

El joven discípulo volvió al día siguiente a hacerle la misma petición; y así cada día… Pero el sabio maestro sabía muy bien a qué atenerse.

                Un buen día caluroso le rogó que le acompañase al río a tomar un baño. El discípulo lo acompañó y, llegados, ambos se sumergieron en el agua. En un instante, el maestro retuvo a la fuerza durante unos momentos al chico bajo el agua. Después de un breve forcejeo le soltó y le preguntó:

                – ¿Qué es lo que más anhelabas cuando estabas bajo el agua?

                – Respondió el discípulo: – ¡Aire!

                – ¿Anhelas a Dios con la misma intensidad? Si le anhelas así -siguió el maestro-, no te quepa duda de que lo encontrarás.

REFLEXIÓN: Si no tienes ese deseo o sed de Dios, lucharás con tu inteligencia, tus labios y todas tus fuerzas, pero todo en vano, porque no lo encontrarás.