
Esopo escribió esta fábula para enseñarnos que la vida continúa después de cada fracaso, y, lejos de hundirnos en el desánimo, debemos redoblar nuestros esfuerzos: Un murciélago, una garza y una gaviota se encontraron en un barco, formaron una sociedad y decidieron hacerse comerciantes. El murciélago, negociando un préstamo de plata, lo puso al servicio común. La garza trajo ropas. La gaviota compró cobre y lo aportó a la sociedad. Sobrevino una fuerte tempestad, volcó la nave. Pero ellos tres llegaron a tierra sanos y salvos. Desde entonces, la gaviota se zambulle en busca del cobre, creyendo que lo va a encontrar; el murciélago, por miedo a los prestamistas, no aparece de día y sale a comer de noche; y la garza, buscando sus tejidos, se engancha en los trajes de los que pasan, con la esperanza de reconocer los que perdió en el naufragio de la barca.
Señor Jesús: Nosotros los jóvenes solemos ser muy sensibles a los fracasos y nos cuesta mucha reaccionar ante un contratiempo, como si un fracaso fuera el final de todo. Pero dicen los psicólogos que es de los fracasos de lo que más se aprende. Ayúdanos a vivirlos como fuente de energía y aprendizaje. Te pedimos por las personas víctimas de la depresión, el derrotismo, la desesperación.
