
Buenos días. Al llegar estos días previos a la Navidad a veces olvidamos el sentido original de la misma. No nos acordamos que estamos en Adviento, una época para caminar y prepararnos para uno de los acontecimientos más importantes en la vida de los cristianos: la llegada de Jesús.
Adviento es tiempo de espera, pero de una espera activa. Igual que nos preparamos para un gran evento, cuidando todos los detalles, así deberíamos prepararnos para la llegada del Mesías. Sin prisas, sin extravagancias pero de manera activa. Sin esperar a que llegue la ocasión para ponernos manos a la obra. Nos tenemos que anticipar y estar dispuestos.
Y para ello es importante que te des cuenta que en ti puede hacerse verdad la Navidad, que en ti va a nacer verdaderamente Jesús. Por eso, si aprovechas el tiempo para ser tú mismo, para conocerte y para descubrir qué es lo que puedes ofrecer al niño que nace hoy, más de 2000 años después, estarás preparado para celebrar gozosamente la Navidad.
Para terminar esta oración de la mañana, reza conmigo:
Enséñanos a orar, Señor, nos hace falta.
Queremos buscar tu rostro, encontrar tus huellas, reconocer tu paso.
Necesitamos volver la mirada, descubrir tus ojos, llamarte «Padre», sentir tu aliento.
Descansar en tu mirada, llenarnos de ella, palpar tu abrazo cercano, charlar contigo como niños sencillos, pocas palabras, bien abiertos los oídos, para aprender a cambiar.
Invítanos al silencio, ayúdanos a callar.
No estamos acostumbrados, nos gusta hablar mucho, para no escucharnos, ni escuchar tu voz que surge de adentro.
Vuélvete a nosotros, Padre bueno, llamamos por nuestro nombre.
Insiste, porque somos duros, nos cuesta reconocer tu voz.
Llama, Padre, interpela, sacude, levanta tu voz, a ver si te hacemos caso y nos decidimos a mirarnos en el espejo de tu Evangelio para aprender a cambiar. Amén.
