
“Nadie es tan rico que no necesite nada de los demás, y nadie tan pobre como para no tener nada que ofrecer y dar al otro”.
La escena sucedió el fin de semana pasado, alrededor de las nueve y cinco de la tarde. La familia regresaba del pueblo hacia su casa. Por lo general, nunca suelen hacer una parada, pero ese fin de semana se pararon en un pueblo pequeño. El problema surgió al ir a coger el coche para reemprender su camino hacia su casa. El coche no arrancaba. El sudor y los nervios iban apareciendo en las frentes de cada uno de los miembros de la familia.
Decidieron buscar un taller. Los talleres estaban cerrados. ¡Qué mala suerte…!. Alguien del pueblo acertó a pasar por aquel lugar y descubrió el pequeño drama de la familia. Hizo de intermediario, pues conocía a un mecánico del barrio, y consiguió ponerles en contacto con él. El resto fue casi un milagro. Apenas un minuto, y el motor se puso en marcha. Un simple fallo de gasolina.
¡Qué cara de felicidad pusieron todos…! No sabían cómo agradecer al mecánico su pequeño-gran gesto, y también a la persona que les había puesto en contacto con él. ¡Cuánta alegría por un minuto de servicio y generosidad!.
¿Qué actitudes aparecen en la familia, en el hombre del pueblo, y en el mecánico?
¿Se te ocurren ejemplos semejantes a éste, que hayas visto?
¿A qué te invita la frase «la grandeza de lo pequeño»? No lo digas en voz alta. Hazlo hoy, si te es posible.
PADRE NUESTRO…
