
Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme hasta que, por fin, llegó al mar. quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces. “¿quién eres tú?”, le preguntó al mar la muñeca de sal. con una sonrisa, el mar respondió: “entra y compruébalo tú misma”.
Y la muñeca se metió en el mar. pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: “¡ahora ya sé quién soy!”.
REFLEXIÓN. Siempre, o casi siempre, estamos empeñados en reivindicar nuestra propia identidad. Nos avergüenza que nos confundan con otros. Queremos ser nosotros mismos. Es una necesidad vital: ser yo.
Pero ¿quiénes somos? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Cómo y dónde podemos descubrirla?
Quizás el camino sea, no siempre separarnos del mundo, sino a veces identificarnos con todo aquello que me recuerda quién soy. mi familia, mis amigos, mi dios… estar indisolublemente unidos a ellos me permitirán ser yo en la más auténtica verdad.
