
El periódico traía el otro día una carta de una maestra, Mª Elena Casas, que empezaba así: “¡Ah! ¿eres profesor? ¡Pobre!”. Con estas frases, o parecidas, nos complacen nuestros interlocutores cuando alguien nos presenta. Quien más quien menos, se imagina lo que supone dedicarse profesionalmente a ello. Los que día a día estamos viviendo en el aula la realidad de la Enseñanza Secundaria, sabemos que desgraciadamente en esos comentarios hay mucho de razón”. Es bueno que tomemos conciencia de lo poco considerada que está socialmente la vocación educadora, de lo mal que lo están pasando algunos maestros y maestras. Y es justo que agradezcamos la ayuda que nos prestan, aunque más de una vez nos hagan sufrir. |
Señor Jesús: Gracias por los educadores que hemos tenido desde el primer día que pisamos un centro educativo. Y gracias, por supuesto, por nuestros padres, los primeros educadores. Te pedimos por todos los hombres y mujeres que se dedican a este servicio de la educación, del que San José de Calasanz decía que era el más noble y más bello; y por los millones de niños y jóvenes que todavía no tienen escuela.
