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LA FLECHA ENVENENADA

En cierta ocasión se acercó un monje a Buda y le preguntó: “¿Sobreviven a la muerte las almas de los justos?” Buda no le respondió y el monje insistía. Dicen que todos los días volvía a hacerle la misma pregunta. Y una jornada tras otra, recibía la misma respuesta: el silencio. Hasta que no pudiendo soportarlo más, amenazó con abandonar el monasterio, si no le era respondida aquella pregunta de vital importancia para él: porque ¿a santo de qué iba él a sacrificarlo todo, para vivir en el monasterio, si las almas de los justos no iban a sobrevivir a la muerte?. Entonces fue cuando Buda, compadecido, rompió su silencio y le dijo: “Eres como el hombre que fue alcanzado por una flecha envenenada y al poco tiempo estaba agonizante. Sus parientes se apresuraron a llevar un médico junto a él, pero el hombre se negó a que le extrajeran la flecha o se le aplicara cualquier otro remedio, mientras no le dieran respuesta a su pregunta sobre si quien le disparó era blanco o negro, alto o bajo, bramán o paria.

Señor Jesús: Hay preguntas que nos molestan por dentro, pero son buenas, porque nos hacen interrogarnos, buscar, estar vivos. Ayúdanos a no huir de esa inquietud religiosa e intelectual, que nos ayuda a crecer.: Te pedimos por quienes viven sin hacerse jamás ninguna pregunta, como si fueran un vegetal; y por las personas inquietas que nos ayudan a respondernos las grandes preguntas de la vida.