Si tu corazón late más aprisa
viendo a tus alumnos.
Si cada cara de un niño o niña
es para ti un alma que hay que cultivar.
Si cada hora de clase
se te ha escapado aprisa.
Si amas tu trabajo más
cada día que pasa.
Si las dificultades y obstáculos
te encuentran sonriente.
Si llegas a hacer de tu aula
un lugar amable y alegre.
Si sabes compaginar la justicia y la verdad
con el amor y el perdón.
Si sabiendo tantas cosas no te crees sabio
y sabes volver a estudiar lo que creías saber.
Si, en lugar de sólo interrogar,
sabes, sobre todo, responder.
Si sabes ser niño
permaneciendo maestro.
Si ante la belleza sabes sorprenderte
y tu vida es lección
y tu palabra silencio.
Si a tu lado tus alumnos aman la vida
y están locos por gozar cada día de ella.
Si has conseguido despertarles
la pasión de ser y vivir lo que cada uno ya es,
entonces… tú eres
MAESTRO.