MARÍA, AL ESCUCHAR TU NOMBRE ME LLENO DE ALEGRÍA

PORQUE JESÚS, TU HIJO, TE HIZO MADRE NUESTRA.

YO TE OFREZCO MI CORAZÓN. ES PEQUEÑITO,

PERO LIMPIO COMO EL AGUA DE LA MONTAÑA.

ES ABIERTO Y QUIERE SER DULCE,

COMO LA SONRISA DE UNA MADRE.

QUIERO QUE MI CORAZÓN SEA IGUAL QUE EL TUYO:

UN CORAZÓN GRANDE DONDE HAYA SITIO PARA TODOS.

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